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Cómo enseñar a los niños a comunicarse

Cómo enseñar a los niños a comunicarse

Desde que venimos al mundo nuestra primera forma de comunicarnos con el entorno es fundamentalmente la comunicación no verbal de gestos y movimientos corporales. Con el tiempo y la adquisición del lenguaje oral, vamos ampliando nuestra conciencia de esos movimientos y vamos siendo capaces de utilizarlos para establecer un contacto más claro y directo con el entorno y cubrir así nuestras necesidades.

A través de la comunicación verbal conseguimos tener a nuestra disposición un amplio repertorio de palabras y expresiones con el que referirnos al mundo que nos rodea. Sin embargo, el lenguaje también es una forma de esconder lo que realmente necesitamos. Un niño pequeño siente la necesidad de expresar todo aquello que necesita:

“Quiero agua”

”Quédate conmigo que tengo miedo”

“A mí lo que me gusta es estar con mis amigos”.

Sin embargo, dependiendo de cómo responda el entorno que rodea al niño a esos requerimientos y de los modelos de comunicación que vea en los adultos que le rodean aprenderá a seguir expresando esa necesidad o de una forma más directa o una forma más enmascarada.

Por ejemplo, si el niño expresa abiertamente un miedo y se le tacha de miedoso el niño aprenderá a no expresar nunca ese miedo ni la necesidad de sentirse protegido. Igualmente, si en su entorno detecta que no cabe la expresión del miedo en sus padres o en otras figuras de referencia, el niño ocultará esta emoción y esta necesidad enmascarándola de otras formas. He aquí algunos ejemplos:

La queja: “No me gusta jugar al escondite”, “Ana tiene más que yo”, “Es que la culpa es de mi compañero que…”

La exigencia: “¡Que me des mi tableeeeet!” “Papá lo quiero ya, ¡cómpramelo!”

El chantaje: “Mami si no veo la tele no me puedo dormir”

La negación: “No me pasa nada…”

Estas formas de comunicación pueden resultar tóxicas por distintos motivos. El primero de ellos es que es una comunicación pasiva, donde el niño no asume responsabilidad y espera que el adulto sea quien satisfaga lo que en realidad necesita sin expresarlo directamente. En segundo lugar, cuando nos comunicamos desde la queja, la exigencia, el chantaje o usando la negación lo que en realidad hacemos es lanzar anzuelos para que la otra parte entre en nuestro juego de quejas, exigencias, chantajes y vacío y nadie sepa qué es lo que de verdad está necesitando ni qué necesita el otro.

Es decir, si entramos en esos anzuelos que nos lanzan los niños en realidad sólo entramos en improductivas luchas de poder que no ayudan a entender lo que realmente está ocurriendo ni a ayudarles a satisfacer lo que en realidad necesitan.

Almudena Sánchez Soria. Psicóloga y Presidenta de la Asociación Imagina

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